domingo, 29 de agosto de 2010
El sueño de las escalinatas
Como los lectores de libros sacros, los pregoneros de milagrerías y los loteadores de paraísos y nirvanas, también yo he de sentarme de espaldas al Rió, frente a las escalinatas plagadas de creyentes y obsedidas por dioses vivos y muertos; frente a los Templos de ladrillo y cobre sobre cuyas escamas la luz hierve y crepita; bajo los empinados Palacios en cuyas azoteas cunde la algarabía de los monos.
También yo he de llamar a los creyentes para que formen corro en torno mío, y me escuchen.
Pero no he de leerles milagros de dioses, ni hazañas de héroes, ni amores de príncipes, ni proverbios de sabios. Pues respondiendo a lo que viera el ojo, el duro brazo de la cólera arrebató el libro abierto sobre mis rodillas y lo destrozó contra el viento. Y ahora el viento dispersa sus hojas sobre el Río, como ahuyenta el huracán a una bandada de pájaros de mal agüero.
¡AH! He repudiado el libro. He abolido los libros.
Solo quiero ahora la palabra viva e hiriente que, como piedra de honda, hienda los pechos y, como el vahoroso acero desenvainado, sepa hallar el camino de la Sangre. Solo quiero el grito que destroce la garganta, deje en el paladar sabor de entraña y calcine los labios profirientes. Solo quiero el lenguaje de que se hace uso en las escalinatas.
Pues tengo el designio, ¡oh creyentes! De abrir audiencia aquí, sobre las escalinatas, de espaldas al Río, frente a los Templos y bajo los Palacios.
Designio de incoar un proceso —el vuestro—; de armar un alegato —el vuestro—; de reanudar, fomentar y dirimir la más antigua querella — la vuestra.
Apelo a vosotros, ¡creyentes! Necesito de vosotros y c todos los seres de condición contradicha.
He aquí, pues, mis citaciones a esta audiencia:
En primer término, cito a los hongos humanos que proliferan sobre las escalinatas o agonizan en ellas:
Esculturas vivientes, gesticulantes y gimientes que abren avenida hacia la abierta sala de nuestra audiencia:
El adolescente epiléptico que hace precipitar el ritmo de las plegarias con su alarido de entusiasmó y su bramar de espanto;
El enano que salmodia su irreparable mendicidad bajo lujo de su enorme turbante amarillo;
El paralítico que con sus tablillas ambulatorias, remeda sobre la sorda piedra la invitación de las castañuelas la danza;
La leprosa que, mendicante, púdica, coqueta, desesperada, exasperada, cierra o hace flotar el vuelo violeta de su manto sobre su desleída carne gris;
El niño que pone al sol los coágulos azulencos de sus ojos descompuestos;
El hermoso mozo mutilado por sus propios padres para que la muda y nuda plegaria de sus muñones le garantice el pan de cada día;
El demente, el sifilítico,
El calenturiento,
El idiota,
El varioloso, el pianoso, el tiñoso,
El sarnoso, el caratoso,
El tuberculoso,
Y toda la horda innumerable de los consuntos.
-Que vengan aquí, que se acuclillen en primera fila, muy cerca de mí para que su yerta brasa haga borbollar las palabras en mi pecho hasta que broten de él lenguas de fuego.
Pues quiero desatar un gran incendio.
Doy luego precedencia en mis invitaciones a las gentes que viven un poco más allá de las escalinatas, detrás de los Templos y los Palacios:
Las muchachas que acarrean las arenas y reciben en pago de su afán minúsculas hojuelas de estaño;
Los vendedores de leños para las piras funerarias;
Los vendedores de tierras de colores para los tatuajes de la casta y el rito;
Los vendedores de rosarios de sándalo, nueces o vidriería. Que amansan la ira e inoculan la resignación;
Las niñas que venden guirnaldas para adornar las esquivas gargantas del Río:
Las niñas que venden diminutas almadías de paja con dos velillas encendidas para ofrendar al Río;
Las solitarias abuelas varicosas que exponen con tímido orgullo, sobre un pingajo de saco seis nueces, cuatro pimientos rojos y un mango marchito:
Los escribanos que copian la letanía de las miserias iletradas de la madre que busca al hijo para que le dé un sudario; de la niña abandonada que no quiere perder el cielo del pecho de su amante; del jornalero que clama contra una justicia de expropiadores;
Los vendedores de tortillas; los vendedores de especias;
Los vendedores de hojas de betel;
Los vendedores de buñuelos en que se arraciman las abejas;
Los vendedores de emplastos; los vendedores de pájaros;
Los vendedores de bálsamos y laxantes;
Los vendedores de ceniza;
Los vendedores de sal;
Los vendedores de agua...
¡OH delirante confusión del comercio de las cosas más nimias y necesarias!
El comerciante cuenta en fracciones de rupias sus ganancias y el comprador irrita su propia hambre con un puñadito de garbanzos o recontados granos de arroz.
Que abran el parque de los profetas y los dejen venir hasta mí, con sus salientes ojos alucinados, sus arremolinadas greñas, sus barbas cundidas de piojos y sus inciertas piernas de ebrios de Dios. Que los dejen llegar hasta nosotros, pues necesitamos su testimonió. Su demencia corrobora nuestra razón y sus palabras nuestro designio.,
¡Crece, crece la audiencia! Hay ya silbos de llama en la brasa.
Que vengan también el herborista y el sacamuelas; el botero y el guía; el alfarero y el tejedor de mimbre; el astrólogo y el sastre; el homeópata y el acupuntista…
Las mujeres que trituran las piedras al borde de las carreteras;
Los ancianos que rasuran el vello amarillo de la tierra secana;
El niño tuerto que teje los saríes de púrpura y de oro; los hombres que tiran de los carros cargados con grandes vasijas de gres;
Los encantadores de serpientes;
Los cornacas;
Los colectores de boñiga;
Los niños que pastorean jabalíes y búfalos;
Los hombres que cuidan de los monos en los templos olorosos a orina y benjuí;
Los remendones de babuchas;
Los barberos que, en cuclillas, rasuran y tonsuran a sus clientes entre las ruedas locas de los rickshaws; los mozos de tiro de los rickshaws: los Ganimedes de leche de coco; los trenzadores de cuerdas;
Los basureros y los recogedores de colillas; los esquiladores y cardadores; los camelleros y burreros;
Los poceros y los pregoneros;
Los estafetas y las plañideras;
La mujer que tuesta los garbanzos; la que cuece el arroz;
La que sabe parar los flujos;
La que maquilla a la niña impúber;
La casamentera y la amortajadora;
Los que baten el cobre, los que graban el cobre, los que nielan el cobre...
Y los incineradores de cadáveres,
¡Y las parteras de la miseria recién parida!
¡OH lancinante algarabía de los humildes menesteres! Y de los bajos oficios. ¡Oh inacabable necesidad de las manos que ofrecen su trabajo! ¡Oh codicia fatal de las manos que reciben el trabajo!
Crece, crece la audiencia:
Que vengan todas las gentes de sudor y de pena de Benarés, y me den todas ellas su venia para citar a los campesinos rebeldes de Hayderabad:
A los artesanos maldicientes de Jaipur;
A los tasadores de basuras de Bombay;
A los pescadores acongojados de Madrás;
A los pastores de Cachemira:
A los tejedores del Deccan:
A los chóferes de Delhi:
A los leñadores del Punjab;
A los colectores de cadáveres de Calcuta.
Que vengan todas las gentes de sudor y de pena de la India. Pues plantearemos un gran pleito y fomentaremos una gran querella con su asentimiento y testimonio.
Audiencias entre el Río .y los Templos: sobre las escalinatas y bajo los Palacios. Sin esperar la tarde: bajo el colérico sol que denuncia hasta el bongo en la axila del notable.
Detrás está la ciudad: henchida clueca erizada de cúpulas. Minaretes y terrazas, empollando sus muchos siglos; rumiando su pasado, tal una vaca bajo el bordoneo de los tábanos; pasando y repasando su rosario de soles y de lunas como un fakir encenizado; censando sus caudillos; sus khanes, emires, emperadores y gobernadores; empadronando sus hechiceros, sus brahmines, sus lamas, sus imanes; haciendo balance de invasiones y contabilidad de lenguas; recitando crónicas, anales y memorias de pestes. Incendios, deslizamientos, inundaciones, terremotos
Tifones, sequías, guerras y hambrunas; sepultando sus muertos que descienden hacia el Río e inventariando sus recién nacidos que suben hacia el hambre.
En la confusión de los elementos, —cuando el aire, el fuego, las aguas y la tierra eran un común hervor—, surgió del légamo el ligam legatario y esparció su quemante esperma, confirmando las inciertas riberas, dando cauce al Río y engendrando la ciudad.
Unas cuevas en las escarpadas orillas, unos montoncillos de adobes más arriba, tal fue su origen, su remoto comienzo. Y la necesidad rondando desde entonces, en torno, como ocelada fiera.
Su rumia secular le repite a la ciudad el sabor de los sudores iniciales, la quemadura de las primeras lágrimas; el hedor de las primeras negras sangres humeantes; fermentación bajo el sol altanero; proliferación sobre el humus del Río. Y el infatigable conato del hombre de reproducir sus manos pedigüeñas y su boca in saciada. Y su precipitado corazón.
¡AH! Rumia la ciudad sus gemidos de parturienta permanente: ora pariendo fosos y murallas; ora pariendo fuertes
Y fronteras; ora pariendo mezquitas y pagodas; ora pariendo palacios y vanas tumbas. Toda cosa parida hermosa, grandiosa, fabulosa envuelta en la amarilla placenta del hambre
Vientre cuyo flujo no reconoce tasa ni peaje, en el impudor de su celo milenario expele generaciones como vastas ovadas de renacuajos y pone esos huevos cósmicos bajo cuyo esculpido dombo se refugian los dioses y tratan de recalentar los hombres la yerta metafísica del hambre.
Indiferente al destino de sus criaturas, adorna su gran cuerpo polvoriento con pulidos falos de piedra, de madera. De cobre, de hierro, de oro... Por su eterna herida supurando generaciones necesitadas.
A cada vuelta de siglo, se hacen más distintas en el clamor de sus criaturas palabras, quejas, gemidos, gritos, alaridos de hambre, reclamos de justicia y de paz. Los siente en sus flancos como breve quemadura, como fugaz herida recurrente. Y se voltea sobre su propia desazón tal una barcaza abandonada da tumbos sobre la ola contraria.
Sobre la rumia de la ciudad, el cielo azul, impasible, surcado por el vuelo místico de las apsaras y el vuelo escandaloso de las guacamayas.
Manan los hombres de la ciudad hacia el Río; se vierten por las escalinatas como una lava lenta y escabrosa: extraviado cada uno en un sobresaltado ensueño de viandas humeantes y divinos visajes.
Consolación de los colores: el incierto, el inquieto descendimiento de la muchedumbre por las graderías, se afirma e ilumina con las rojas trenzas de un turbante, los pliegues de un manto amarillo. Los visos de un sari violeta, el breve vuelo de un velo verde y la vasta palpitación de un gran lienzo blanco entregado al mudo furor del viento.
Estáis aquí, creyentes. En torno mío, poblando las escalinatas. Y va a ser posible abrir audiencia pues otras gentes de vuestra misma condición han venido de todos los rumbos: ora por sobre las sobresaltadas praderas marítimas; ora traspasando las montañas en que tienen sede sabios, santos y otros fantasmas; ora por los polvorientos caminos que el árbol niim sombrea con sus ramas caritativas y sus hojas sanatorias.
¡Nombrarlos, enumerarlos! Cada nombre será una nueva brasa y cada número otra ira.
Que nuestra condición se muestre en toda la majestad de su horror.
¡Censar, censar es mi retórica!
Vedlos aquí: venidos de todo foco de infección, de todo hogar de miseria, de la ubicua sede de la necesidad:
De Nagasaki e Hiroshima y Okinawa las madres frustradas, los hombres mutilados y los campesinos desposeídos;
De las islas de Sonda los caucheros de quienes nadie recogió la leche de su fatiga ni la resina de sus huesos;
De Indonesia las víctimas de los remotos especuladores del estaño;
De Turquía los aldeanos que devoran al ras del suelo, en competencia con las bestias, las hierbas amargas;
Del Irak los supervivientes de las matanzas de Basra, de Habanieh y de las islas letales;
De Ceilán las víctimas de los avisados especuladores del arroz;
Del Irán los rehenes de la guerra cruda del petróleo y los habitantes famélicos de las cuevas de la prestigiosa Teherán, so el miraje de los palacios: como aquí;
De Argelia los macilentos próceres que roen con sus dientes de leche las cadenas del cainita;
De Egipto los fellahs que perdieron en el turbión de los siglos el crédito de su angustia y el débito de su cólera;
De Kenya los kikuyus engañados por las grandes fábricas del saber occidental; los masai empenachados con su propia belleza, pero ampollados por la consunción; los maumau exorcizándose a sí mismos en un tenebroso ensueño de ira y reconciliación;
De Sur África los míseros viejos negros sollozando sobre el destine' de sus hijos terroristas y sus hijas prostitutas; de Madagascar los sobrevivientes de la orgía represiva.
¡Crece, crece la audiencia!
Pues también de la orgullosa península minúscula derivan aquí nuestros semejantes:
De Francia, la bien garnida, los mineros silicosos, los recogedores de remolacha, los galanes sin techo, los ancianos que abren la espita del gas y escuchan la silbante canción del gas como final melodía de su desamparo; las maquilladas marionetas mecánicas de la prostitución; los obreros roídos por las hormigas de los dividendos;
De la España bronca, los cosecheros de aceitunas de Andalucía, los vascos de sellada furia, los asturianos cosidos de recuerdos como de cicatrices: todos los españoles humillados y ofendidos;
De la imperial Britania, los lémures humanos de los slums londinenses; los labriegos que revientan de fatiga y de hambre sobre los terrones de Irlanda; las viejas que vendimian el vino de su embriaguez en lagares de esperanzas fallidas y mancillados recuerdos; los marinos que buscan en los siete mares el olvido del hogar ingrato. Y todos los que, ruborosos, se dicen a sí mismos, como Chariot: no hay miseria comparable a la de Londres;
De la Italia azul y miel, las mondadoras de arroz que son mondadoras de sus propios sueños; los pastores de Calabria que apacientan la negra ira; los vidrieros vénetos que traspasan el agonizante fuego de sus venas a las cintilantes copas que saciarán a otros labios: las niñas negociadas de Nápoles; los carusi de Sicilia, precozmente corrompidos por la opresión y contrahechos por la explotación; las muchachas vergonzantes de Roma a las que encontrará la muerte más blancas y temblorosas que una hoja de papel, más yertas que el alba del desahucio, y toda la innumera emigración desesperada;
De Grecia, toda Grecia, la traicionada y vilipendiada: el devorante chancro de nuestros vicios, nuestra más secreta vergüenza.
!Que numerosa audiencia!
¡Que tumultuosa audiencia!
Y aun crecerá la audiencia sobre las escalinatas. Pues no ha finido el censo.
DEL quieto país de muchos lagos y volcanes de agua, han venido los guatemaltecos tratando de revivir entre sus manos desposeídas un quetzal malherido;
De México —sangrante, agonizante— han llegado los agraristas engañados, los guerreros vendidos, los revolucionarios frustrados. Los sindicalistas abozalados: toda la gente mexicana como un erizado bosque en marcha de cactus;
De otras naciones del Caribe, blancos y negros, indios, mestizos, mulatos, zambos y cuarterones han venido, —alzados todos ellos contra la sangrienta demencia que sirve de Celestina a los rijosos patrones del azúcar y el banano;
De las gélidas mesetas en que el guanaco curiosea, han venido otras víctimas de los remotos especuladores del estaño;
De Venezuela la rica, la más rica, la mil veces rica, la riquísima, —inesperado centro de musicalia, sede de la más audaz arquitectura, lonja de artistas, mecenas estrellado (¡oh antifaz, oh máscara, oh irrisión!)— de Venezuela humeante de petróleo, husmeante de pan, han venido cinco millones de pobres venezolanos y los millares de sombras que toman aquí, entre vosotros, vacaciones de los penales,
Presidios y cárceles en que pagan el planteamiento de un pleito: ¡el vuestro, el nuestro!
Que cada palabra mía fuese ahora como piedra de cien filos: llave inmisericorde que abra y destroce todo corazón. O como dentellada de lobo que tiene prisa por llegar a la entraña palpitante de su presa. Pues mi pobre corazón está desnudo y llagado viendo llegar a las escalinatas la delegación de mi pueblo: mis hermanos, mi más inmediata semejanza.
Jorge Zalamea
CANCIÓN DE LA VIDA PROFUNDA
MONTAIGNE
Hay días en que somos tan móviles, tan móviles,
como las leves briznas al viento y al azar.
Tal vez bajo otro cielo la Gloria nos sonríe.
La vida es clara, undívaga, y abierta como un mar.
Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles,
como en abril el campo, que tiembla de pasión:
bajo el influjo próvido de espirituales lluvias,
el alma está brotando florestas de ilusión.
Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,
como la entraña obscura de oscuro pedernal:
la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas,
en rútiles monedas tasando el Bien y el Mal.
Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos...
(¡niñez en el crepúsculo! ¡Lagunas de zafir!)
que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,
y hasta las propias penas nos hacen sonreír.
Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos,
que nos depara en vano su carne la mujer:
tras de ceñir un talle y acariciar un seno,
la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.
Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,
como en las noches lúgubres el llanto del pinar.
El alma gime entonces bajo el dolor del mundo,
y acaso ni Dios mismo nos puede consolar.
Mas hay también ¡Oh Tierra! un día... un día... un día...
en que levamos anclas para jamás volver...
Un día en que discurren vientos ineluctables
¡un día en que ya nadie nos puede retener!
Porfirio Barba Jacob
Refranes sobre la mujer
Recopilación de Tomás Alvarez de los Ríos
A golpes se hacen los hombres y a rempujones las mujeres.(argentina).
A la mujer casada y casta, con el marido le basta.
Aguanta más que una mujer bocarriba.
Aunque el consejo de la mujer sea poco, no tomarlo es de loco.
Bien es tener la mujer preñada y no saber de quién.
Cuando jóvenes las mujeres son uvas, cuando viejas, pasas.
Cuando una mujer hermosa ríe, la bolsa de alguien llora. (italia).
Cuando una mujer no tiene respuesta se ha secado el mar. (alemania).
Digan lo que digan, una mujer bella siempre tiene la razón.
Dios y hombre, mujer y tusa.
El amor a los hombres le entra por los ojos, a las mujeres por los oídos.
El hombre fuego, la mujer estopa y si el viento sopla.
El hombre persigue a la mujer hasta que ella lo caza.(inglés).
El horno y la vieja, por la boca se calientan.
El huevo por la yema y la mujer por fuera.
El melón y la mujer malos son de comer.
El que tiene mujer bella le pone tranca a la puerta.
El trabajo de la mujer es simple, pero nunca termina.(alemán).
En cojera de perro y en lágrimas de mujer, no hay que creer.
Entre marido y mujer nadie se debe meter.
Fuego, mar y mujer es trío malo
Hijos, gallinas, curas y mujeres, nunca dicen ¨basta¨.
Hombre con prenda de mujer, si no es partido está al caer
La cobija y la mujer suavecitas han de ser
La guitarra y la mujer para hacerlas vibrar hay que saberlas tocar.
La mujer hermosa abraza con sólo mirarla.
La hembra abraza y quema con sólo mirarla.
La mujer cuando piensa sola, mal piensa.
La mujer del ciego, ¿para qué se afeita?
La mujer es la primera finca que el guajiro ve por la mañana. (gallego).
La mujer menudita, siempre pollita.
La mujer que en la ventana se pone, de rato en rato, venderse quiere barato.
La mujer que no es hacendosa, o puta o golosa.
La mujer y el oro lo pueden todo.
La mujer y el tocino, tómalo del vecino.
La mujer y el vidrio, siempre en peligro.
La mujer y el vino siempre buscan al hombre del tino.
La mujer y la espada nunca han de ser probadas.
La mujer y la gallina siempre pican.
La mujer y la sardina, cuanto más pequeñas, más finas
La mula y la mujer, a palos se han de vencer.
La primera mujer es escoba y la segunda, señora.
La vergüenza en la mujer se conoce al vestirse.
Mujer barbuda, de lejos se le saluda.
Mujer bellosa, hembra lujuriosa
Mujer enamorada, es una mula en bajada. (Nicaragua)
Mujer infiel: puta; hombre infiel: héroe.
No por gusto la guitarra tiene cintura de mujer.
Para tu mujer empeñar no debes a otro buscar.
Puta y buena mujer, ¿cómo puede ser? (España)
Sólo hay un niño bonito en el mundo y todas las mujeres lo tienen. (Inglés)
Tetas y culo haber no, ninguno. (España)
Tres cosas matan al hombre, juego, mujeres y medias noches.
sábado, 28 de agosto de 2010
Burros
A burro viejo, poco verde.
A la corta o a la larga cae el burro con la carga.
A un burro le hacían alcalde, y no lo agradecía.
Acabóse la paja y murió el burro que la tronzaba.
Al burro muerto, la cebada al rabo.
Al burro viejo, la mayor carga y el peor aparejo.
A burro dado no se le ve el colmillo.
Cada burro apechuga con su carga.
Como burro de aguatero, cargado de agua y muerto de sed.
Cuando el arriero es malo, le echa la culpa a los burros.
Cuando el burro mueve oreja resguardate bajo teja.
Cuando el camino es corto, hasta los burros llegan.
Coloca a tu burro junto a otros burros y aprenderá a rebuznar.
Como el burro del aguador, cargado de agua y muerto de sed.
Como el burro, tocaste la flauta por casualidad.
Dale de comer rosas al burro y te responderá con un rebuzno.
Dar patadas de burro.
De los burros, la destreza, no radica en la cabeza.
De cornada de burro, no vi morir a ninguno.
Después del burro muerto, la cebada puesta en el rabo.
Dichoso el burro que en el camino le quitan la carga.
Donde ruge el tigre no rebuzna burro
Deja al maestro, aunque sea un burro.
El buey conoce a su dueño y el burro el pesebre de su señor
El burro adelante y la carga atrás.
El burro bueno, aunque sea la quijada encaja.
El burro cayendo y el amo perdiendo los dos se van entendiendo.
El burro cuando está alegre, rebuzna y pee.
El burro de San Vicente carga la carga y no la siente
El burro hablando de orejas.
Despues del burro muerto, la cebada al rabo.
El miedo no monta en burro
Donde hay burro muerto, no faltan cuervos.
El príncipe iletrado es un burro coronado.
El que a la bodega va y no bebe, burro va y burro viene.
El amor no lo parieron los burros.
El que dé rosas de comer al burro, cobrará con un rebuzno.
El burro adelante pa' que no se espante.
El burro al raton le llamo orejon.
El burro busca al otro burro pa rascarse.
El burro cayendo y el amo perdiendo, los dos se van entendiendo.
El burro de Vicente, que lleva la carga y no la siente.
El que paga intereses es el burro que jala la carreta de quien le presto
El miedo no anda en burro.
En una fina no deben faltar un viejo y un burro, pero que el viejo no sea tan burro, ni el burro tan viejo.
El que nace para burro, de pequeño ya tiene orejas.
Es combate disparejo, el del tigre y burro viejo.
Está comiendo zacate el burro
Entre menos burros, mas choclos (olotes).
Es como una pelea de burro y tigre.
Hay quien busca un burro estando sentado sobre el.
Hombre casado, burro domado.
Idiota y tozudo, no hay mejor burro.
Ignorante y burro todo es uno.
Juegan los burros y pagan los arrieros.
Hablando del rey de Roma y el burro que se asoma.
La carne de burro no es transparente.
La enjalma no se da cuenta, en donde al burro le asienta.
Indios y burros, todos son unos.
La miel no se inventó para la boca del burro.
Mas vale tener mal burro que ninguno.
Las palmas son mas altas y los burros comen de ellas.
Ningún burro tropieza dos veces en la misma piedra.
Los burros se juntan para rascarse.
Los esparragos de abril, para mi; los de mayo, para el amo y los de junio, para el burro.
No hay burro calvo, ni calabaza con pelo.
Mas desconfiado que burro tuerto.
No se siente el burro mal, libre de enjalma y pretal.
Mas vale perro bravo, que burro mañoso.
Para la querencia no hay burro flojo.
Para las cuesta arriba quiero mi burro que las cuestas abajo yo me las subo.
Para que suegra y nuera se quieran, un burro debe subir la escalera.
Por Santa Lucía (13 de Diciembre), un paso de pulga, por Reyes magos (6 de Enero), burro quien no lo aprecia y por San Antonio (17 de Enero) un paso de demonio
Que estudien los burros, que yo ya se mucho.
Que sabe el burro de freno!
Quien a burros favorece, coses merece.
Quien compra el burro compra el aparejo.
Quien ya muerto el burro pienso le echo, tarde acordo.
Rebuznar es de burros, rebuznar de cazurros.
Rebuzne una vez, y como burro quede.
Si eres un burro teñido, cuando llueva estaras perdido.
Tapados como el burro de la noria.
Todos los dias no se le muere el burro al arriero.
Una cosa dice el burro y otra el que lo esta enjalmando.
Ves burro y se te antoja el viaje.
Vivir sin pena ni gloria, como el burro de Vitoria.
martes, 24 de agosto de 2010
Elogio de la dificultad
La pobreza y la impotencia de la imaginación nunca se manifiesta de una manera tan clara como cuando se trata de imaginar la felicidad. Entonces comenzamos a inventar paraísos, islas afortunadas, países de cucaña. Una vida sin riesgos, sin lucha, sin búsqueda de superación y sin muerte. Y, por tanto, también sin carencias y sin deseo: un océano de mermelada sagrada, una eternidad de aburrición. Metas afortunadamente inalcanzables, paraísos afortunadamente inexistentes.
Todas estas fantasías serían inocentes e inocuas, sino fuera porque constituyen el modelo de nuestros anhelos en la vida práctica.
Aquí mismo en los proyectos de la existencia cotidiana, más acá del reino de las mentiras eternas, introducimos también el ideal tonto de la seguridad garantizada; de las reconciliaciones totales; de las soluciones definitivas.
Puede decirse que nuestro problema no consiste solamente ni principalmente en que no seamos capaces de conquistar lo que nos proponemos, sino en aquello que nos proponemos: que nuestra desgracia no está tanto en la frustración de nuestros deseos, como en la forma misma de desear. Deseamos mal.
En lugar de desear una relación humana inquietante, compleja y perdible, que estimule nuestra capacidad de luchar y nos obligue a cambiar, deseamos un idilio sin sombras y sin peligros, un nido de amor, y por lo tanto, en última instancia un retorno al huevo. En vez de desear una sociedad en la que sea realizable y necesario trabajar arduamente para hacer efectivas nuestras posibilidades, deseamos un mundo de satisfacción, una monstruosa sala-cuna de abundancia pasivamente recibida.
En lugar de desear una filosofía llena de incógnitas y preguntas abiertas, queremos poseer una doctrina global, capaz de dar cuenta de todo, revelada por espíritus que nunca han existido o por caudillos que desgraciadamente sí han existido.
Adán y sobre todo Eva, tienen el mérito original de habernos liberado del paraíso, nuestro pecado es que anhelamos regresar a él.
Desconfiemos de las mañanas radiantes en las que se inicia un reino milenario. Son muy conocidos en la historia, desde la Antigüedad hasta hoy, los horrores a los que pueden y suelen entregarse los partidos provistos de una verdad y de una meta absolutas, las iglesias cuyos miembros han sido alcanzados por la gracia –por la desgracia– de alguna revelación. El estudio de la vida social y de la vida personal nos enseña cuán próximos se encuentran una de otro la idealización y el terror. La idealización del fin, de la meta y el terror de los medios que procurarán su conquista. Quienes de esta manera tratan de someter la realidad al ideal, entran inevitablemente en una concepción paranoide de la verdad; en un sistema de pensamiento tal, que los que se atreverían a objetar algo quedan inmediatamente sometidos a la interpretación totalitaria: sus argumentos, no son argumentos, sino solamente síntomas de una naturaleza dañada o bien máscaras de malignos propósitos.
En lugar de discutir un razonamiento se le reduce a un juicio de pertenencia al otro –y el otro es, en este sistema, sinónimo de enemigo–, o se procede a un juicio de intenciones. Y este sistema se desarrolla peligrosamente hasta el punto en que ya no solamente rechaza toda oposición, sino también toda diferencia: el que no está conmigo, está contra mí, y el que no está completamente conmigo, no está conmigo. Así como hay, según Kant, un verdadero abismo de la acción, que consiste en la exigencia de una entrega total a la “causa” absoluta y concibe toda duda y toda crítica como traición o como agresión.
Ahora sabemos, por una amarga experiencia, que este abismo de la acción, con sus guerras santas y sus orgías de fraternidad no es una característica exclusiva de ciertas épocas del pasado o de civilizaciones atrasadas en el desarrollo científico y técnico; que puede funcionar muy bien y desplegar todos sus efectos sin abolir una gran capacidad de inventiva y una eficacia macabra. Sabemos que ningún origen filosóficamente elevado o supuestamente divino, inmuniza a una doctrina contra el riesgo de caer en la interpretación propia de la lógica paranoide que afirma un discurso particular –todos lo son– como la designación misma de la realidad y los otros como ceguera o mentira.
El atractivo terrible que poseen las formaciones colectivas que se embriagan con la promesa de una comunidad humana no problemática, basada en una palabra infalible, consiste en que suprimen la indecisión y la duda, la necesidad de pensar por sí mismo, otorgan a sus miembros una identidad exaltada por la participación, separan un interior bueno –el grupo– y un exterior amenazador. Así como se ahorra sin duda la angustia, se distribuye mágicamente la ambivalencia en un amor por lo propio y un odio por lo extraño y se produce la más grande simplificación de la vida, la más espantosa facilidad. Y cuando digo aquí facilidad, no ignoro ni olvido que precisamente este tipo de formaciones colectivas, se caracterizan por una inaudita capacidad de entrega y sacrificios; que sus miembros aceptan y desean el heroísmo, cuando no aspiran a la palma del martirio. Facilidad, sin embargo, porque lo que el hombre teme por encima de todo no es la muerte y el sufrimiento, en los que tantas veces se refugia, sino la angustia que genera la necesidad de ponerse en cuestión, de combinar el entusiasmo y la crítica, el amor y el respeto.
Un síntoma inequívoco de la dominación de las ideologías proféticas y de los grupos que las generan o que someten a su lógica doctrinas que les fueron extrañas en su origen, es el descrédito en que cae el concepto de respeto.
No se quiere saber nada del respeto, ni de la reciprocidad, ni de la vigencia de normas universales. Estos valores aparecen más bien como males menores propios de un resignado escepticismo, como signos de que se ha abdicado a las más caras esperanzas. Porque el respeto y las normas sólo adquieren vigencia allí donde el amor, el entusiasmo, la entrega total a la gran misión, ya no pueden aspirar a determinar las relaciones humanas. Y como el respeto es siempre el respeto a la diferencia, sólo puede afirmarse allí donde ya no se cree que la diferencia pueda disolverse en una comunidad exaltada, transparente y espontánea, o en una fusión amorosa. No se puede respetar el pensamiento del otro, tomarlo seriamente en consideración, someterlo a sus consecuencias, ejercer sobre él una critica, válida también en principio para el pensamiento propio, cuando se habla desde la verdad misma, cuando creemos que la verdad habla por nuestra boca; porque entonces el pensamiento del otro sólo puede ser error o mala fe; y el hecho mismo de su diferencia con nuestra verdad es prueba contundente de su falsedad, sin que se requiera ninguna otra. Nuestro saber es el mapa de la realidad y toda línea que se separe de él sólo puede ser imaginaria o algo peor: voluntariamente torcida por inconfesables intereses. Desde la concepción apocalíptica de la historia las normas y las leyes de cualquier tipo, son vistas como algo demasiado abstracto y mezquino frente a la gran tarea de realizar el ideal y de encarnar la promesa; y por lo tanto sólo se reclaman y se valoran cuando ya no se cree en la misión incondicionada.
Pero lo que ocurre cuando sobreviene la gran desidealización no es generalmente que se aprenda a valorar positivamente lo que tan alegremente se había desechado, estimado sólo negativamente; lo que se produce entonces, casi siempre, es una verdadera ola de pesimismo, escepticismo y realismo cínico. Se olvida entonces que la crítica a una sociedad injusta, basada en la explotación y en la dominación de clase, era fundamentalmente correcta y que el combate por una organización social racional e igualitaria sigue siendo necesario y urgente. A la desidealización sucede el arribismo individualista que además piensa que ha superado toda moral por el sólo hecho de que ha abandonado toda esperanza de una vida cualitativamente superior.
Lo más difícil, lo más importante. Lo más necesario, lo que a todos modos hay que intentar, es conservar la voluntad de luchar por una sociedad diferente sin caer en la interpretación paranoide de la lucha. Lo difícil, pero también lo esencial es valorar positivamente el respeto y la diferencia, no como un mal menor y un hecho inevitable, sino como lo que enriquece la vida e impulsa la creación y el pensamiento, como aquello sin lo cual una imaginaria comunidad de los justos cantaría el eterno hosanna del aburrimiento satisfecho. Hay que poner un gran signo de interrogación sobre el valor de lo fácil; no solamente sobre sus consecuencias, sino sobre la cosa misma, sobre la predilección por todo aquello que no exige de nosotros ninguna superación, ni nos pone en cuestión, ni nos obliga a desplegar nuestras posibilidades.
Hay que observar con cuánta desgraciada frecuencia nos otorgamos a nosotros mismos, en la vida personal y colectiva, la triste facilidad de ejercer lo que llamaré una no reciprocidad lógica: Es decir, el empleo de un método explicativo completamente diferente cuando se trata de dar cuenta de los problemas, los fracasaos y los errores propios y los del otro cuando es adversario o cuando disputamos con él. En el caso del otro aplicamos el esencialismo: lo que ha hecho, lo que le ha pasado es una manifestación de su ser más profundo; en nuestro caso aplicamos el circunstancialismo, de manera que aún los mismos fenómenos se explican por las circunstancias adversas, por alguna desgraciada coyuntura. Él es así; yo me vi obligado. Él cosechó lo que había sembrado; yo no pude evitar este resultado. El discurso del otro no es más que de su neurosis, de sus intereses egoístas; el mío es una simple constatación de los hechos y una deducción lógica de sus consecuencias. Preferiríamos que nuestra causa se juzgue por los propósitos y la adversaria por los resultados.
Y cuando de este modo nos empeñamos en ejercer esa no reciprocidad lógica que es siempre una doble falsificación, no sólo irrespetamos al otro, sino también a nosotros mismos, puesto que nos negamos a pensar efectivamente el proceso que estamos viviendo.
La difícil tarea de aplicar un mismo método explicativo y crítico a nuestra posición y a la opuesta no significa desde luego que consideremos equivalentes las doctrinas, las metas y los intereses de las personas, los partidos, las clases y las naciones en conflicto. Significa por el contrario que tenemos suficiente confianza en la superioridad de la causa que defendemos, como para estar seguros de que no necesita, ni le conviene esa doble falsificación con la cual, en verdad, podría defenderse cualquier cosa.
En el carnaval de miseria y derroche propios del capitalismo tardío se oye a la vez lejana y urgente la voz de Goethe y Marx que nos convocaron a un trabajo creador, difícil, capaz de situar al individuo concreto a la altura de las conquistas de la humanidad.
Dostoievski nos enseño a mirar hasta donde van las tentaciones de tener una fácil relación interhumana: van sólo en el sentido de buscar el poder, ya que si no se puede lograr una amistad respetuosa en una empresa común se produce lo que Bahro llama intereses compensatorios: la búsqueda de amos, el deseo de ser vasallos, el anhelo de encontrar a alguien que nos libere de una vez por todas del cuidado de que nuestra vida tenga un sentido. Dostoievski entendió, hace más de un siglo, que la dificultad de nuestra liberación procede de nuestro amor a las cadenas. Amamos las cadenas, los amos, las seguridades porque nos evitan la angustia de la razón.
Pero en medio del pesimismo de nuestra época se sigue desarrollando el pensamiento histórico, el psicoanálisis, la antropología, el marxismo, el arte y la literatura. En medio del pesimismo de nuestra época surge la lucha de los proletarios que ya saben que un trabajo insensato no se paga con nada, ni con automóviles ni con televisores; surge la rebelión magnífica de las mujeres que no aceptan una situación de inferioridad a cambio de halagos y protecciones; surge la insurrección desesperada de los jóvenes que no pueden aceptar el destino que se les ha fabricado.
Este enfoque nuevo nos permite decir como Fausto:
"También esta noche, tierra, permaneciste firme.
Y ahora renaces de nuevo a mi alrededor.
Y alientas otra vez en mi la aspiración de luchar sin descanso por una altísima existencia".
lunes, 23 de agosto de 2010
CANCION DEL AMOR SINCERO
Prometo no amarte eternamente, ni serte fiel hasta la muerte, ni caminar tomados de la mano, ni colmarte de rosas, ni besarte apasionadamente siempre. Juro que habrá tristezas, habrá problemas y discusiones y miraré a otras mujeres vos mirarás a otros hombres juro que no eres mi todo ni mi cielo, ni mi única razón de vivir, aunque te extraño a veces. Prometo no desearte siempre a veces me cansaré de tu sexo vos te cansarás del mío y tu cabello en algunas ocasiones se hará fastidioso en mi cara Juro que habrá momentos en que sentiremos un odio mutuo, desearemos terminar todo y quizás lo terminaremos, mas te digo que nos amaremos construiremos, compartiremos. ¿Ahora si podrás creerme que te amo? |
domingo, 22 de agosto de 2010
CAMBIE.... DECIDI SER FELIZ
Podrás tener riquezas y ser infeliz, estar rodeado de las personas más amorosas y vivir las circunstancias ideales, pero eso no quitará de ti todos tus males.
Es que la felicidad no se descubre al encontrar a la persona apropiada sino en ser la persona adecuada. La felicidad no está en encontrar a quien te haga feliz sino en aprender a traer felicidad a los que te rodean.
La felicidad la encuentra la persona que aprende a vivir sabiamente. Está en aquella persona que establece relaciones saludables, pone límites, acepta lo bueno y rechaza lo cuestionable. Es feliz quien se acerca a las personas sin sospecha pero con prudencia y se aleja de quienes le hacen daño, sin maltratar pero con inteligencia.
La felicidad la encuentra quien aprende a usar las cosas y no a las personas, quien no abusa ni permite el abuso. No es feliz quien nunca recibe heridas sino quien sabe como evitarlas y cuando es imposible, sabe como curarlas. No es feliz quien nunca tiene problemas o todo tiene resuelto, sino quien cuando estos llegan los enfrenta sabiamente y cuando no puede busca ayuda inmediatamente.
Por mi propio bien deje de buscar la felicidad en las cosas, personas o circunstancias que me rodean
La fidelidad sexual: bases biológicas y sociales
En los últimos añ os se han investigado a profundidad las causas biológicas de la fidelidad. La investigación se ha centrado en las razones por las que existen animales que son monógamos (una sola pareja sexual en toda su vida) y los que son polí gamos (muchas parejas sexuales durante su vida). Los resultados de las investigaciones apuntan a la existencia de receptores cerebrales de una sustancia llamada oxitocina. Esta sustancia produce un vínculo biológico importante que puede ser permanente o temporal.
En los seres humanos, los receptores de oxitocina no son tan grandes como los de los animales monó gamos, lo que significa que nuestra especie NO es monogámica por naturaleza. Por lo tanto, la fidelidad sexual en el ser humano es un producto de la cultura, del aprendizaje y de la crianza. Sin embargo, nuestra cultura y la mayorí a de culturas han enfatizado la fidelidad sexual, como un elemento fundamental de la conducta de las personas. Desde la perspectiva biológica, las culturas exigen una conducta que NO es biológicamente natural a las personas.
¿Por qué el ser humano ha desarrollado culturas que exigen fidelidad sexual?
Una explicación interesante es que las personas quieren asegurar la paternidad y la pertenencia del hijo a su padre. La madre siempre sabe que el hijo es suyo; en cambio, el hombre no puede tener esta seguridad si su mujer no es sexualmente exclusiva. Por esto, para el hombre es muy importante la fidelidad de la mujer. Por lo tanto, la monogamia y la fidelidad sexual es un formato social creado, desde esta perspectiva, para satisfacer principalmente la necesidad del hombre de asegurar su paternidad.
A la mujer también le sirve la fidelidad sexual. Si el hombre está seguro de que los hijos son suyos, tendrá una razón importante para dirigir su energía a sus hijos y asegurar su bienestar. Si la mujer es sexualmente fiel, ella puede tener la seguridad de quien es el padre de sus hijos y, por lo tanto, tiene el derecho a exigir del padre que los cuide, proteja y los provea de los recursos necesarios para su sobre vivencia y desarrollo. Si la mujer no puede asegurar al padre la paternidad porque ha sido infiel, pierde este derecho.
Tan fundamental es esto que, con las nuevas tecnologías, hoy en día hay mujeres que se hacen exámenes para reclamar el derecho de responsabilidad paterna. Antes de estos adelantos tecnoló gicos, la única manera para que una mujer pudiera probar que el hijo es del esposo, es que pueda probar que ha sido sexualmente fiel a su pareja. Es por esto que socialmente existe mucha más presión para que la mujer sea sexualmente fiel comparado con la exigencia en este respecto sobre el hombre.
Sin embargo, para la mujer también es muy importante que un hombre sea sexualmente fiel. Cada vez que un hombre es infiel, para la mujer disminuyen los recursos y la energí a que espera de él. Algunos estudios indican que la mujer teme, más que la infidelidad sexual del hombre, la infidelidad emocional, es decir, que se enamore de otra mujer. Si esto sucede, la probabilidad de que la abandone a ella y a sus hijos aumenta. Por eso, la mujer teme la infidelidad emocional. Desde el punto de vista biológico- evolutivo, si esto sucede, ella y sus hijos tendrían menos chance de sobrevivir.
El esposo, en cambio, teme mucho más la infidelidad sexual que la infidelidad emocional de su esposa. Si la esposa se enamora de otro hombre pero se mantiene sexualmente fiel, el hombre no pierde la seguridad de la paternidad, que es lo que bioló gicamente es importante desde la perspectiva evolutiva. Por esto es que la mayoría de sociedades es mucho más laxa con la infidelidad sexual masculina y mucho má s castigadora de la infidelidad sexual femenina.
El Síndrome de “No hay salida” y cómo combatirlo
Cuando todo lo que sucede en nuestro entorno es nada motivador y somos impactados de forma continua con mensajes negativos, yo diría catastróficos, y nos bombardean insistentemente con pésimas noticias, aunque intentemos no caer, tarde o temprano, y en algún momento, aparece el síndrome de -No hay salida-.
Cada mañana desayunamos con titulares de los medios de comunicación que no dejan lugar a dudas, que tarde o temprano, nos vamos a encontrar en una situación difícil, complicada y en donde parece que no hay solución posible para se resuelva fácilmente.
Si a esto le sumamos los comentarios que se generan en cualquier tertulia y ante la pregunta de clientes, amigos o conocidos de ¿Cómo te va?, la respuesta es:fatal, de pena, no sé cómo va a acabar esto, y muchas otra frases similares, entonces, irremediablemente, y a poco complicada que sea nuestra situación, nos vemos en el camino de “no hay salida para sobrevivir a este caos”.
No deseo en absoluto banalizar sobre el escenario actual de crisis mundial y mucho menos con situaciones críticas que están viviendo muchas personas y empresas, pero si nos dejamos sumir en el Síndrome de No Hay Salida, realmente, tampoco vamos a conseguir nada y vamos a impedir que encontremos soluciones a los problemas que tengamos.
El contagio es fácil ya que todo lo que nos rodea contribuye a que se propague rápidamente, y por mucha fuerza y entereza que le pongamos al asunto, al final caemos.
Pero ¿qué hacer para intentar inmunizarnos de este síndrome? Fácil, poner mecanismos personales de defensa que nos ayuden a evitar el contagio.
Aquí van algunas recetas para poner freno a esta situación:
1.- No te preocupes por tus problemas, ocúpate de ellos.
Si te preocupas y no dejas de dar vuelta a lo mal que te van las cosas, a la dificultad que tienes, a que no te sientes bien ni con fuerzas para superar este reto, y no te ocupas de encontrar la solución, no podrás liberarte de tu preocupación y te impedirá hacer otras cosas, que muy probablemente, contribuyan a la resolución de estos problemas.
2.- Evita los ambientes contaminados
Una forma de prevenir caer en las redes del síndrome de no hay salida es evitar entrar o permanecer en entorno negativos y acompañarte de personas que sólo ven lo negativo y no se ocupan de buscar otras opciones.
Sal de ese círculo, y busca lugares y personas, que te inspiren y te motiven. Seguro que te impulsarán a encontrar una salida y serás capaz de ver las oportunidades que te ofrece la vida.
3.- Cambia de paradigma
Paradigma es un término que proviene del griego "paradeigma" que significa modelo, patrón, ejemplo. Realizar un cambio de paradigma significa establecer un nuevo modelo que surge por el descubrimiento de percibir y realizar las cosas de otra manera.
Si deseas que tu vida sea diferente tendrás que empezar a realizar cosas diferentes.
Einstein lo definió perfectamente: “No pretendamos que las cosas cambien si seguimos haciendo lo mismo”
¿Estás realmente preparado para realizar un cambio de planteamientos y abrirte a nuevas formas de hacer las cosas? ¿Estás preparado para cambiar de paradigma?
En principio parece que todos estamos dispuestos para realizar esos cambios que necesitamos, aunque no es fácil establecer ese nuevo modelo, esa forma de innovar que nos permita conseguir salir de una situación complicada y convertirla en algo favorable para nosotros.
Mejora mucho más tu autoestima para sentirte bien, con mayor motivación, pasión, ... y convertirte en una persona a la que no se le resista nada.
sábado, 21 de agosto de 2010
Si yo, tú
si caes, yo contigo
y nos levantaremos juntos
en esto unidos.
Si me pierdo, encuéntrame.
Si te pierdes, yo contigo,
y juntos leeremos en las estrellas
cual es nuestro camino.
Y si no existe, lo inventaremos.
Si la distancia es el olvido,
haré puentes con tus abrazos,
pues lo que tú y yo hemos vivido
no son cadenas...
ni siquiera lazos:
es el sueño de cualquier amigo
es pintar un -te quiero- a trazos,
y secarlo en nuestro regazo.
si yo, tú
si dudo, me empujas,
si dudas, te entiendo,
si callo, escucha mi mirada,
si callas, leeré tus gestos.
Si me necesitas silba
y construiré una escalera
hecha de tus últimos besos,
para robar a la luna una estrella
y ponerla en tu mesilla
para que te de luz.
Si yo, tú
si tú, yo también,
si lloro, ríeme,
si ríes, lloraré,
pues somos el equilibrio
dos mitades que forman un sueño.
Si yo, tú
si tú, conmigo
y si te arrodillas
haré que el mundo sea más bajo,
a tu medida,
pues a veces para seguir creciendo
hay que agacharse.
Si me dejas mantendré viva la llama
hasta que regreses,
y sin preguntas seguiremos caminando
y sin condiciones te seguiré perdonando,
si te duermes seguiremos soñando,
que el tiempo no ha pasado,
que el reloj se ha parado.
Y si alguna vez la risa
se te vuelve dura,
se te secan las lágrimas
y la ternura,
estaré a tu lado,
pues siempre te he querido
pues siempre te he cuidado.
Pero jamás te cures de quererme
pues el amor es como Don Quijote
sólo recobra la cordura, al morir
Quiéreme en mi locura,
pues mi camisa de fuerza eres tú,
y eso me calma,
y eso me cura.
Si yo, tú
si tú, yo
sin ti nada,
sin mí si quieres... Prueba.
Una historia para meditar
El primer día, el muchacho clavo 37 clavos detrás de la puerta. Las semanas que siguieron, a medida que el aprendía a controlar su genio, clavaba cada vez menos clavos detrás de la puerta.
Descubrió que era más fácil controlar su genio que clavar clavos detrás de
la puerta. Llego el día en que pudo controlar su carácter durante todo el día. Después de informar a su padre, este le sugirió que retirara un clavo cada día que lograra controlar su carácter.
Los días pasaron y el joven pudo finalmente anunciar a su padre que no quedaban mas clavos para retirar de la puerta.
Su padre lo cogió de la mano y lo llevo hasta la puerta. Le dijo: "has trabajado duro, hijo mío, pero mira todos esos agujeros en la puerta. Nunca mas será la misma. Cada vez que tu pierdes la paciencia, dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves." Tu puedes insultar a alguien y retirar lo dicho, pero del modo como se lo digas le harás daño, y la cicatriz perdurará para siempre.
Una ofensa verbal es tan dañina como una ofensa física.
Oracion Irlandesa
Que el viento siempre esté detrás de ti y la lluvia caiga suave sobre tus campos.
Que Dios te sostenga en la palma de Su mano.
Que vivas por el tiempo que t? quieras y que siempre quieras vivir plenamente.
Recuerda siempre olvidar las cosas que te entristecieron.
Pero nunca te olvides de recordar las cosas que te alegraron.
Recuerda siempre olvidar a los amigos que resultaron falsos.
Pero nunca olvides recordar a aquellos que permanecieron contigo.
Recuerda siempre olvidar los problemas que ya pasaron.
Pero nunca olvides recordar las bendiciones de cada día.
Que el día más triste de tu futuro no sea peor que el día más feliz de tu pasado.
Que nunca se te venga el techo encima, y si fuera así, que los amigos
reunidos debajo de él, nunca se vayan.
Que siempre tengas palabras cálidas en un frío anochecer,
una luna llena en una noche oscura y que el camino siempre se abra a tu puerta.
Que vivas cien años, ?con un a?o extra para arrepentirte!
Que el Señor te guarde en Su mano, y nunca apriete mucho Su puño.
Que tus vecinos te respeten,
los problemas te abandonen,
los ángeles te protejan,
y que el cielo te acoja.
Que tus bolsillos est?n pesados y tu corazón ligero.
Que la buena suerte te persiga y cada día
y cada noche tengas muros contra el viento, un techo para la lluvia,
bebidas junto a la fogata, risas para consolarte,
aquéllos a quienes amas cerca de ti, y todo lo que tu corazón desee!
Que Dios esté contigo y te bendiga, que veas a los hijos de tus hijos, que
el infortunio te sea breve y te deje rico en bendiciones.
Que no conozcas nada más que la felicidad.
Desde este día en adelante, Dios te conceda muchos años de vida; de seguro
él sabe que la Tierra no tiene suficientes ángeles.
No es tu aptitud, sino tu actitud, lo que determina tu altitud.
MUJER ESENCIAL - Beatriz Rivera
y mucho más que un cuerpo
con una llamarada de gozo entre los
flancos.
Porque eres más que un vientre para el
hijo
y mucho más que la ilusión de un
hombre
que preñe tus silencios
y marque con su aliento tu camino.
la sensatez, la calma, la cordura.
Porque en tus manos guardas
bendiciones,
hay paz en tus palabras
y estás hecha de aromas y ternura,
rompe ya tus espejos, renuncia a ser
fetiche
y al metro con que miden tu figura
y amamanta la historia con tus pechos
de harina
recobrando tu luz y tu estatura.
¡ Vuelve a ser la mujer!
Vuelve a ser ese fuego
donde arden el amor y la decencia,
vuelve a ser tierra firme
generosa y fecunda,
vuelve a ser aire puro
que agite alas y brazos,
vuelve a ser agua limpia
sin marcas ni amargura.
¡Vueleve a ser la mujer!
Ya no escuches más cantos de sirenas,
recupera tu esencia, tu destino,
te lo suplica un mundo que agoniza,
te lo reclama el hombre con su voz de
martillo,
antes de que se muera la esperanza,
antes de que ya todo esté perdido.
Sabios Proverbios
Reprende al insolente y te ganarás su odio; corrige al sabio y te ganarás su aprecio.
Dale al sabio y se hará más sabio; enseña al hombre bueno y aumentará su saber.
El odio provoca peleas, pero el amor perdona todas las faltas.
En los labios del sabio hay sabiduría; para el imprudente, un garrotazo en la espalda.
Los sabios se reservan sus conocimientos, mas cuando los necios hablan, el peligro amenaza.
La defensa del rico es su riqueza; la ruina del pobre, su pobreza.
La bendición del Señor es riqueza que no trae dolores consigo.
El necio goza cometiendo infamias; el sabio goza con la sabiduría.
El honrar al Señor alarga la vida, pero a los malvados se les acorta.
Para los justos, el porvenir es alegre; para los malvados, ruinoso.
El orgullo acarrea deshonra; la sabiduría está con los humildes.
A los hombres rectos los guía su rectitud; a los hombres falsos los destruye su falsedad.
De nada servirán las riquezas el día del juicio, pero la justicia libra de la muerte.
Amar la disciplina es amar el saber, odiar la reprensión es ser ignorante
La sabiduría comienza por honrar al Señor; conocer al Santísimo es tener inteligencia.
Si eres sabio, tuyo será el provecho; si eres insolente, tuya será la responsabilidad.
El hijo sabio alegra a sus padres; el hijo necio los hace sufrir.
Las riquezas mal habidas no son de provecho, pero la honradez libra de la muerte.
El Señor no deja con hambre al que es bueno pero impide al malvado calmar su apetito.
La recompensa del justo es la vida; la cosecha del malvado es el pecado.
El que atiende la corrección va camino a la vida; el que la desatiende, va camino a la perdición.
Lo que más teme el malvado, eso le sucede, pero al justo se le cumplen sus deseos.
El Señor protege a los que hacen bien, pero destruye a los que hacen mal.
La justicia endereza el camino del justo, pero el malvado cae por su propia maldad.
La justicia libera a los hombres rectos, pero la codicia aprisiona a los traidores.
Las palabras del malvado destruyen a sus semejantes, pero la inteligencia del justo los salva.
La mujer ideal hace de su marido un rey, pero la mala esposa lo destruye por completo.
Poco trabajo, pobreza; mucho trabajo, riqueza
Sobre el hombre bueno llueven bendiciones, pero al malvado lo ahoga la violencia.
Al hombre bueno se le recuerda con bendiciones; al malvado, muy pronto se le olvida.
El que es sabio acepta mandatos; el que dice necedades acaba en la ruina.
El que nada debe, nada teme; el que mal anda, mal acaba.
El que mucho habla, mucho yerra; callar a tiempo es de sabios.
Plata fina es la lengua del justo; la mente del malo no vale nada.
Los labios del justo instruyen a muchos, pero el necio muere por su imprudencia.
Pasa el huracán y el malvado desaparece, pero el justo permanece para siempre.
De los labios del justo brota sabiduría, pero al perverso le cortarán la lengua.
Cuando los justos prosperan, la ciudad se alegra; cuando los malvados mueren, salta de alegría.
Con la bendición de los justos se construye una ciudad, pero las palabras de los malvados la destruyen.
El imprudente habla mal de su amigo; el prudente guarda silencio.
lunes, 16 de agosto de 2010
¡Hay Que Vivir Sembrando! ¡Siempre Sembrando!
Por:
Marcos Rafael Blanco Belmonte
De aquel rincón bañado por los fulgores
del sol que nuestro cielo triunfante llena;
de la florida tierra donde entre flores
se deslizó mi infancia dulce y serena;
envuelto en los recuerdos de mi pasado,
borroso cual lo lejos del horizonte,
guardo el extraño ejemplo, nunca olvidado,
del sembrador más raro que hubo en el monte.
Aún no se si era sabio, loco o prudente
aquel hombre que humilde traje vestía;
sólo sí que al mirarle toda la gente
con profundo respeto se descubría.
Y es que acaso su gesto severo y noble
a todos asombraba por lo arrogante:
¡hasta los leñadores mirando al roble
sienten las majestades de lo gigante!
Una tarde de otoño subí a la sierra
y al sembrador, sembrando, miré risueño;
¡desde que existen hombres sobre la tierra
nunca se ha trabajado con tanto empeño!
Quise saber, curioso, lo que el demente
sembraba en la montaña sola y bravía;
el infeliz oyóme benignamente
y me dijo con honda melancolía:
—Siembro robles y pinos y sicomoros;
quiero llenar de frondas esta ladera,
quiero que otros disfruten de los tesoros
que darán estas plantas cuando yo muera.
—¿Por qué tantos afanes en la jornada
sin buscar recompensa?— dije. Y el loco
murmuró, con las manos sobre la azada:
—«Acaso tú imagines que me equivoco;
acaso, por ser niño, te asombre mucho
el soberano impulso que mi alma enciende;
por los que no trabajan, trabajo y lucho;
si el mundo no lo sabe, ¡Dios me comprende!
»Hoy es el egoísmo torpe maestro
a quien rendimos culto de varios modos:
si rezamos, pedimos sólo el pan nuestro.
¡Nunca al cielo pedimos pan para todos!
En la propia miseria los ojos fijos,
buscamos las riquezas que nos convienen
y todo lo arrostramos por nuestros hijos.
¿Es que los demás padres hijos no tienen?…
Vivimos siendo hermanos sólo en el nombre
y, en las guerras brutales con sed de robo,
hay siempre un fratricida dentro del hombre,
y el hombre para el hombre siempre es un lobo.
»Por eso cuando al mundo, triste, contemplo,
yo me afano y me impongo ruda tarea
y sí que vale mucho mi pobre ejemplo
aunque pobre y humilde parezca y sea.
¡Hay que luchar por todos los que no luchan!
¡Hay que pedir por todos los que no imploran!
¡Hay que hacer que nos oigan los que no escuchan!
¡Hay que llorar por todos los que no lloran!
Hay que ser cual abejas que en la colmena
fabrican para todos dulces panales.
Hay que ser como el agua que va serena
brindando al mundo entero frescos raudales.
Hay que imitar al viento, que siembra flores
lo mismo en la montaña que en la llanura,
y hay que vivir la vida sembrando amores,
con la vista y el alma siempre en la altura».
Dijo el loco, y con noble melancolía
por las breñas del monte siguió trepando,
y al perderse en las sombras, aún repetía:
—«¡Hay que vivir sembrando! ¡Siempre sembrando!…»